viernes, 28 de diciembre de 2012

♫ Cinco minutos más para la cuenta atrás♫

Fotografía de Jamie Baldridge



Te vas  y contigo mis ganas de que te vayas, mientras abrazo con mis manos lo poco que quiero de ti que se quede conmigo.


Sales de mi vida haciéndote pequeño, sabiendo que otro como tú entrará  haciéndome grande.  Tendrá 365 oportunidades para dejarse ganar o perder.  Y yo, tan sólo yo será la que tenga el poder. 


Pero  mientras, el que hoy está se va con el viento condenadamente fresco, yo cerraré la puerta de un golpe seco.  


Nada de lo que salga volverá a entrar, y todo aquello que llegue será con condiciones: que traiga el pasaporte de la posibilidad de hacerme feliz.


Adiós y gracias, aquí estoy. Hasta nunca, ya aprendí todo de ti. Me preparo para dar la bienvenida al siguiente: Pasa, pasa...  ¡Tú y yo podemos hacer grandes cosas!

martes, 18 de diciembre de 2012

Y mientras tú esperas... pasa tiempo, pasa tiempo, pasa tiempo...





Se  quitó las gafas de ver y se compuso las lentillas de mirar. 



El mundo y sí mismo cobraron un  nuevo color y perspectiva.


Se desprendió del audífono de oír, y rescató sus viejas orejas de escuchar.


El mundo y sí mismo se plagaron de silencios estridentes hasta ahora ocultos.  
      

Se cosió la lengua al paladar y abrió el candado hermético de la sesera.


El mundo y sí mismo implosionaron a la vez. 


De cada fragmento nació una pieza de puzzle para armar una creación mejor: Lástima que los que quedaban, habían perdido ya la facultad de romperse la cabeza. 


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Y la vida existió en el momento en que alguien se paró a vivirla


Imagen de Kiyo Murakami



Se calzó la vida en la mochila de los sueños.


Dio dos pasos al frente, se desnudó por completo, pateó un par piedras y saltó al vacío del camino.


Estaba por fin preparado para el principio de todo. 



martes, 4 de diciembre de 2012

De usar y tirar... pero es mi turno, querido.






La importancia de ti mismo que asumiste en el momento de mi orgasmo, que sepas, que no es más que muesca indolora en el pretil de mis ansias.


Que por más que te esfuerces de mí jamás te llevaste nada y mucho menos dejaste en mí, aunque se nos revolviesen en uno los aullidos de la cálida entrepierna.


Y apura ese cigarro una vez más con arrogancia, mientras con suficiencia admiras mi  piel derrotada y desparramada sobre las sábanas.


Llévate ese segundo de gloria en la memoria de tu ego. Te lo regalo, no me importa.


Cuando cierres la puerta, yo ya me estaré duchando, y con cada gota de agua tu olor se irá diluyendo, difuminando. 


Y sólo yo sabré lo que tengo que saber: Que ayer tú subiste aquí a follarme, y te vas pobre ignorante, sin comprender que he sido yo la que te ha follado.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Me regalaron la última mañana de noviembre



Salió de casa veloz como el rayo a desenvolver la mañana. 

Tenía prisa, no podía llegar tarde.

Apuró los pasos doblando la última esquina de la vergüenza, y poniéndose de puntillas sobre los zapatos de charol para las ocasiones,  deshizo el lazo con dos tijeretazos de besos.

Y las capas de la mañana se le desparramaron en cascada infinita empapándola por completo y sin remedio.

La envolvió un remolino  de  colores, texturas, visiones  y palabras maravillosas y preciosas, teñidas con olor a café con naranja.  

Absorbida y abrigada por el aroma, tropezó con el quicio del mediodía, y de la mano  del conejo blanco se adentró en la caja. 

Olía a hospitalidad recién pintada. Y se dejó llevar, y se dejó viajar. 

Todos y cada uno de los habitantes, me fueron presentados.  Todos y cada una de las puertas del reino, me fueron abiertas. Todos y cada uno de los tesoros  ocultos, me fueron mostrados.  Pero todos y cada uno me los quedo para mí. 

Y ya apurada, desenvuelta, desnuda y devorada  la mañana por la noche. Ya de vuelta, ya en casa.  Ya con los zapatos de charol en el vestidor,  y los pies en zapatillas.  Dalicia se acuerda del conejo y escribe, gracias…

… Gracias porque todos y cada uno de los minutos de esta mañana han sido un regalo.
 

** Ilustración de Marta Gómez-Pintado **

lunes, 26 de noviembre de 2012

De cuando la felicidad fue encontrada y se partieron todas las manecillas de los relojes.




Amancio vivía en un minuto suspendido en el tiempo. 

Siempre era de día y nunca dejaba de ser de noche.  Atado a una nube por un hilo de silencio, viajaba sesenta segundos por todo el mundo. Y veía cosas maravillosas.

Nunca pudo contarlas.  Jamás se encontró con nadie. Y aunque hubiese querido, en el segundo 59 la lengua se le deshacía  en amnesias  con sabor a olvidos.

Llevaba los bolsillos llenos, de experiencias y remiendos, que se le iban cayendo sin ruido por entre los agujeros, dejando un olor  a castañas asadas en la lumbre del invierno.

Iba donde el viento le llevaba,  desde el día que la monotonía se le puso en huelga.  

Si llovía la ilusión le guarecía, y  si enfermaba la medicina del tesón lo reforzaba. 

Y mientras aquí pasan las horas y los días, incluso los meses, todos igualmente grises y empedrados.  Amancio sigue en las nubes apurando su minuto.
Saborea cada segundo de manera infinita, guardando cada matiz en el alma y cada aroma en el quicio de un latido. Siempre con los ojos cerrados para no perder nada de lo que ve, y siempre con las ideas abiertas para no dejar escapar nunca nada de lo que aprende.

Y ahí vive, feliz, siempre colgado en su minuto, que es pequeño, pero es grande y es su vida.
Porque Amancio descubrió el secreto el día que le dijeron que se iba a morir:   Salir a cazar el tiempo, exprimirlo, amarlo, domarlo y ponerle un cascabel de presente eterno.