No parece muy complicado echar a andar, sobre todo cuando se viene de ningún lado y se va a hacia ninguna parte.
Pero claro, éso solo sirve cuando se trata del plano horizontal, y aquí, queridos amigos, nos suspenderemos en el vacío hacia una caida libre infinita.
A veces nos acompañará la suave brisa a la espalda, otras un salvaje vendaval en la frente y como no, un pizpireto remolino constante que nos ascenderá y descenderá a nuestra suerte.
Y todo ésto pasa, porque en el camino de la vida me tropecé con la madriguera del conejo y caí sin remedio. Y aquí estoy, cabeza abajo unas veces y cabeza arriba las demás, viendo pasar cosas tan maravillosas a mi alrededor que no me queda más remedio que contárselas.
Si les gusta lo que ven, no lo duden, esa mecedora suspendida a la izquierda bajo el péndulo del reloj flotante, es toda suya. Pónganse cómodos. Ésto no ha hecho más que empezar.