miércoles, 27 de febrero de 2013

Atención, estación en curva. Tenga cuidado de no introducir su calabaza entre coche y andén.


Imagen de Julie de Waroquier


Entré corriendo. LLevaba prisa.

Se me quedó enganchada la falda en el torno.
No pude pararme, allí quedó expuesta como pañuelo colorado tendido al sol.

Bajé las escaleras mecánicas al galope, de dos en dos. Además del resuello perdí mi rebeca a rayas.
Allí quedó, atascando la maquinaria como un guiñapo informe.

Descubrí el andén en el mismo instante en el que el tren silbaba para partir. 

Salté al vagón de un impulso, al tiempo que se me caía un zapato al cierre de las puertas.
Mientras me alejaba lo ví quedar allí, solitariamente gris.

Cansada, ahogada, sin aliento y sin casi la mitad de la ropa, miré ansiosa y esperanzada, pero no ví ningún asiento libre.

Hasta que una voz grave de mirada azul noqueó mi espalda, mientras me decía con calidez: - Sientese, por favor-

Y así fue, como en apenas una estación, pasé de cenicienta a princesa.

jueves, 21 de febrero de 2013

Ay, Gabriela...

Fotografía de Alexey Kazantsev


Gabriela posa
en el quicio del espejo
en la jamba de la puerta
en  la esquina de la alfombra.

Gabriela posa, se mira mimosa
Luego extiende su mano y la posa.

Delinea sus  labios
Da forma a su pecho
Adivina su vientre
y conquista sus labios, aquellos, los otros

Gabriela posa,
tranquila , nerviosa
Salvaje y melindrosa.
 Gabriela posa,
Se repasa entre suspiros
y ella sola se desposa.

Gabriela posa,
Se doma y se equilibra,
Se deja escapar y se desquicia,
Se sobrepasa a sí misma
Y cae rendida.

Gabriela ya no posa.
Ella, su mano y su sonrisa,  reposan.

lunes, 18 de febrero de 2013

Algo Sencillo


Imagen de Pejac


Miro el cuadro, me gusta pero no estoy conforme.

Es bonito, muy bonito.

La armonía de colores es perfecta.

La técnica insuperable.

El trazo muy preciso.

La luz muy conseguida.

Los pliegues son magistrales.

Incluso el marco es precioso.

Un regalo para la vista.

Y cierro los ojos.  Y me escucho. Y nada.

Nada en la piel, nada en las tripas, nada en el alma.

Vuelvo a mirar, y ahora estoy conforme pero sé que no me gusta.




jueves, 14 de febrero de 2013

Jueves de Ramos...



Recién estrenada la mañana, llamaron al timbre.

Todavía somnolienta, corrió de puntillas sobre el frío pasillo de parquet para abrir.

En el descansillo le recibió un sudamericano con visera que le lanzó ambas manos a golpe de: ¡Es para usted!
En una mano, una rosa roja, en la otra una hoja de albarán color sepia con un bolígrafo dispuesto para firmar.
-¡Oh, no! -Pensó para dentro de su pijama-  ¡Ya está aquí otra vez, no puede ser! Vuelve a ser San Valentín.

Y  tras estampar su firma, escupir un hasta luego rápido y dejar presurosa  la flor en la cocina, volvió a arrebujarse en la cama para ver, si con un poquito de suerte, le ganaba el sueño otra vez.

El sonido de un ring estrepitoso la sacó de un principio de duermevela la mar de esponjoso. Y una vez más, legaña en ristre, bostezo en mano y  un taco obsceno en la comisura de los labios, volvió a ganar el pasillo a la carrera para abrir de nuevo la puerta.

Esta vez, un oriental sonriente y dentón, le estampó a los ojos sus puños cerrados y llenos al ritmo de: ¡¡ Es “pala” usted!!
Entre sus manos, un ramo inmenso de variadas flores recogidas con armonía en papel maché.
Tras una nueva firma, y un adiós apurado.  Apartó el buqué junto a la rosa.  Y se dispuso, obviando sus ganas de dormir, a desayunar.

No había llenado del todo su vaso del recién exprimido jugo de naranja, cuando una vez más, un timbrazo inundó el piso.
Blandiendo el exprimidor de plástico amarillo en una mano, y una mala hostia en ciernes en la otra, enfiló el puñetero pasillo para abrir con desmesurado ímpetu la puerta.
Un rumano bajito  con una chapita de “Floristería Pitiminí” en la solapa, asemejó que iba a abrazarle la cintura,  al grito de: ¡¡¡ Es “parra” usted!!!

Y su entrepierna recibió una encantadora cesta  de artísticas orquídeas formando un corazón.

Fue la gota que colmó el vaso.  Mientras el pobre rumano recibía un portazo en las narices,  ella, con la rabia colgando,  dejó de mala manera la cesta y el exprimidor encima de los demás regalos florales y se apresuró como alma que lleva el diablo al teléfono.
Descolgaron al tercer tono,  y presa de una furia sin medida gritó: ¡Ya está bien! ¡Todos los años igual! No me gustas , no me interesas, deja de acosarme. Por más flores que me mandes tú seguirás siendo siempre un capullo!.

Y colgó.  Y abrió de par en par la ventana sabiendo lo que se avecinaba el resto del día.
El barrendero de la zona, en su ronda nocturna,  nunca supo cómo llegó a parar a la acera, aquella escultura informe y deforme de kilos de flores espachurradas, coronadas por un exprimidor de plástico amarillo encima.

martes, 12 de febrero de 2013

Somewhere over the rainbow...

Imagen de Kirsty Mitchel


Durante toda una vida creyó que no era merecedora de vivir. 


Entendía que no tenía valor, pensaba que carecía de cerebro y  sentía que no poseía corazón. 


Y se echó a dormir sueños, por no sufrir.


Pasaron minutos, horas, semanas, meses y años en apenas un instante.


Hasta ayer, cuando su cuerpo se rebeló saturado de anestesias volátiles y fantasiosas.


Cuando sus sueños protestaron hartos de verse enjaulados en aquel cuarto oscuro.


Cuando su  vida se opuso tajantemente a ser servidumbre de una excusa podrida.


Fue entonces, harta de vaciarse en cantaros sin fondo, y sólo entonces cuando se decidió a despertar. 


Y como en un principio no supo como volver a vivir, sacó su vieja pluma del cajón,  llenó el tintero de todo su coraje,  toda su capacidad y toda su pasión. Y se dispuso a llenar todas las páginas que fuese capaz, de su propio camino a Oz.  

martes, 5 de febrero de 2013

De puertas que son espejos, de espejos que son puertas... y de aquellos que se pierden la magia de cruzarlos.



Fotografía de Lissy Laricchia



La puerta no se abría. Por más que giraba el pomo una y otra vez, no había manera.

Me ayudé de la fuerza de mi hombro a la vez que de mis labios brotaba un gemido y mis pies se convertían en palanca.

Nada.

Golpeé con el alma en mis puños y mi desesperación cayendo en forma de lágrimas.

Supliqué al aire y maldije a gritos, mientras me desgañitaba en silencio.

Pateé sin tregua hasta destrozarme los zapatos y las medias, hasta que se me cayeron las esperanzas del bolsillo.

Me arrodillé intentando reunirlas para volver a guardarlas.  Sólo conseguí atrapar una. La acaricié con ternura, y ella agradecida le susurró a mis adentros: ¿Por qué no pruebas a llamar, tontuela?

Reconfortada, y desconfiada, me puse en pié. Alisé  mi falda, apoyé mi febril frente sobre la puerta, y llamé suavemente con mis desollados nudillos sobre la madera.

Ante un crujido chirriante y seco, la puerta se abrió de par en par, y toda la luz que albergaba en su interior huyó  hacia mí.

Di un paso al frente sin mirar atrás, y bajo el quicio de la puerta comprendí que en la sencillez está la llave. 


Di un paso más, y me dispuse con esa nueva arma a recibir toda la belleza que me esperaba al otro lado.