martes, 19 de abril de 2016

Sábanas negras.

Noches sin dormir. Duermen solas, sin mí. Yo me tumbo en cama y veo las pesadillas pasar. Una, dos, tres, cuatro, cinco. Como ovejas. Ovejas sin lana pero con alambre de espino. Pinchan, Pican. Das una cabezada. Te remueves en la cama. Vueltas. Más vueltas. Tiras de la sábana. Enredas. Eres la sábana. Ayer parí. No tenía forma. Lloraba, Intentaba darle el pecho. No tenía tetas. Vino un sueño diferente. Algo espeso, Denso oscuro. Se me olvidó el recién nacido. Un duermevela después, más llanto. Fui a mirar. Era un pez bajo una gasa. Otra gasa, bajo ésta una víscera. No supe identificar cual había traído al mundo. Se me cayó el sostén. Vacío de pechos y hombros. Aparece un biberón de juguete. El pez chupa. La víscera también. Tengo miedo. Me miran con ojos brillantes. A lo mejor se  mueren. A lo mejor me matan. A lo mejor dejo de soñar. A lo  mejor duermo. No lo sé. Se fueron. La noche trajo otra pesadilla. Aprieto los dientes. Tenso la columna. Me despierto a medias. No duermo ni estoy despierta. Hora tras hora. Noche tras noche. Cada día tengo más miedo de meterme en cama. Miedo a los sueños. Miedo al insomnio. Miedo a la noche. Cierro los ojos. Cruzo los dedos. Espero tener suerte. Obligo a la mente a pensar cosas bonitas. No sé cuales. Últimamente no sucede ninguna. Las invento. Hago el amor en la playa. Beso unos brazos que me quieren. Tomo una cerveza escuchando una risa amiga. Vuelvo a casa. Tengo un hogar. Acaricio algo muy suave. Pasan minutos. Pasan horas. Dan las tres de la mañana. Caigo rendida. Pesadillas. Pesadillas que se muerden la cola. Y yo sin un rabo que llevarme a la boca. 


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