martes, 29 de marzo de 2016

Conjugado en Ir

Vivir es una locura transitoria. Sobrevivir, querer atrapar una cordura inexistente que nos imponen. También está la muerte, una enfermedad de la vida de la que sólo escapa quien sabe reinventarse.



lunes, 28 de marzo de 2016

Tetas


Son artículo de lujo las tetas, hoy día. 


A cuarto y mitad de denuncia el gramo. El pezón vale más y cuesta el doble. Cuesta aproximadamente quedarte sin la cuenta en el mercao. Sí, ése donde sólo hay ganao. Bovino, mayormente. Con lo bonitos que son los pechos. Con lo preciosas que son mis tetas. Cualquier día las subo y rompo la baraja a órdagos llenos de senos más llenos, aún. A esta edad, turgentes, suaves y firmes como los de una veinteañera con curvas. ¿ Quien da más? 

O menos. Son carne, en una red de pescar, cebos unos de otros, cebados de ego, tocándose el miembro de forma satisfactoria con el pulgar inhiesto, hasta que llegan ellos, ellas, los pechos, las tetas. Alguien se derrumba y entierra la cabeza. Clama a dios, al cielo a los santos, y se venga. ¡ Venga! Te quita la red, la caña y algún que otro aparejo. Si algún día muestro un coño veo mis tetas colgadas del anzuelo. Sádicos de bar, de sofá, de opinión de pantalla. Mano en polla, otra mano en ratón. Poder. Ebrios. Anónimos. Clik. Orgasmo. Y te quedas sin perfil. 


Porque vas de frente. Vas de tetas. Al aire, duras, cachondas y prietas. Algo que una mente flácida es incapaz de soportar. 


domingo, 27 de marzo de 2016

Nada

Hoy no había nada que escribir, así que éso escribí, nada. Nada de nada. Excepto un puñado de letras para rellenar parte de una página. Es bonito tener un cuaderno experimental, unas tapas duras y virtuales llenas de nada. Una nada muy grande y sólo mía, para poder hacer con ella lo que me de la gana. Todo. E incluso nada.


sábado, 26 de marzo de 2016

Meridiano

No hay horas de más ni horas de menos. El tiempo se pierde por sí solo, sólo si no sabemos perder el tiempo


martes, 22 de marzo de 2016

Niños


Ayer reflexionaba sobre el bulling. Niños inflingiendo maltrato físico y verbal a otros niños. Menores.
Siempre se transmite la pena de la víctima, la superación del adolescente que ha logrado vivir y ser feliz a pesar de haber sido vejado, la desgracia de esa familia que se quedó con el recuerdo de un niño eterno y una carta de besos para siempre. Y el silencio. De casi todos. Colegios, maestros, compañeros, padres de acosadores, cómplices. Pasan lo años. ¿ Y?
Un niño enternece, implica, desgarra. Nos hacemos preguntas. Incluso hay lugar para la indignación. Más silencio. Ante tanto silencio, el olvido. Pasan más años. Habrá cientos de adultos que han sido acosadores en la infancia. Cientos de niños protegidos entonces, que crecieron sin responsabilidad ni consciencia de sus actos. Castigo menos. ¿ Qué clase de adultos serán? Imagino cuerpos vacíos de empatía, sabedores de que la violencia en cualquiera de sus formas implica poder: en el trabajo, en casa, en sus propios hijos, hacia su mujer, a los más desfavorecidos. Violencia silenciosa.
Niños. En un campo de refugiados. Con todo el mundo por delante, y el mundo está a trozos que pertenecen a alguien. Alguien que los mantiene presos en fronteras adultas. Niños con hambre, piojos, miedo, lágrimas, terror. No entienden, no comprenden. Deberían estar en una casa, durmiendo sueños de colores abrazados a muñecos de trapos, y no a las piedras del camino. Incomprensión. Nadie dice nada, nadie los quiere, nadie los mira. Niños invisibles, con un odio invisible en sus cuerpecitos, niños que también se harán mayores, como su rencor. Adultos que recuerdan al niño que nadie quiso por un miedo imbécil, por ser sospechosos de la propia ignorancia del que tiene un poco más y no quiere compartirlo. Adultos que reclaman ese pedazo de tierra que no les dejaba dormir. Adolescentes que crecen viendo sufrir a unos padres sin rumbo ni patria, reclutados por otros odios con armas.

Ahora unamos todo. Y tengamos miedo. Luego, sigamos con miedo, echemos la culpa a otro. En éso consiste ser un poco europa, ser el primer mundo. Tener de todo menos culpa, para éso ya tenemos a los que no tienen nada. Nos conviene.


martes, 15 de marzo de 2016

...


No hay café que remover. Tintinea furiosa la cucharilla contra los bordes del cráneo. 
Vacío el sonido, también metálico. Rebaña de forma paciente esos pequeños restos que pudiesen quedar de antiguos sesos. Son blandos, pegajosos, fríos. Se adhieren  perfectamente al utensilio. Es fácil batir el aire en la ausencia cerebral. Lástima no poder hacer lo mismo con su vecino el corazón. Siempre caliente. Ocupa todo el resto del cuerpo. Víscera enorme e inútil. Tan llena cuanto más la vacían. Estúpida entraña. Quisiera besarte. Me antojas sabrosa. Vuelvo a los sesos. Remuevo, remuevo, remuevo. Tengo ausencia de hambre.  Maldita cucharilla. Rebaño. Bala un recuerdo. Miserable, hasta robaste el tenedor. 


lunes, 14 de marzo de 2016

Miedo de cuatro letras.

Miedo, miedo, miedo. Todo el miedo del mundo bajo mis sábanas de madrugada. Cuando llegas de nuevo, cuando todavía no te has ido, y hace tanto que decidiste no estar, que no estás. Y sin embargo te traigo, una y otra vez, como un mantra, como una melodía terrorífica, como un veneno lento pero seguro.

Seguridad. Jamás la hubo, jamás la habrá. Menos que nunca, menos que antes del antes, menos que mañana. Gracias a ti tengo miedo de todos los demás. Gracias a ti he visto que hay gente sin alma. Tengo pánico a nuevos zombies. Que vuelvan a alimentarse de mi cuerpo y de mis almas, de mis vidas, y mis muertes, de mis sueños y mis risas. 

Alguna vez fui alguien. También tenía miedo, pero no de esta clase. Pasaste por mi, me moliste a palos la vida, y ahora soy una yonki. Enganchada a tu miedo. A tu silencio. A tus mentiras. Con una venda en los ojos como los burros, como las acémilas menos inteligentes, dando vueltas al mismo molino, escribiendo palabras que no leen tus ojos, esos ojos que me besaban con te quieros, con princesa, con soy yo, somos, seremos, viviremos, lo veremos, nuestro es el mundo, y nuestras todas las posibilidades. La verdad sólo fue mía. Usaste mi cuerpo y mi mente, y aquí está este trapo, un guiñol atado a tus cuerdas, enfrentada a los días sin luz, a las noches sin sueño, a las semanas y meses, sin futuro, sin camino, sin más que unos dedos llenos de lágrimas torpes y desordenadas que ya ni saben por qué lloran, ni por quien. Nadie. Nada. 

Deseo más que a nadie y a nada, que seas nada, que seas nadie, que dejes de ser, que la mente te borre, que la vida te mate, que la muerte te lleve, que no existas. Yo no lo hago desde hace meses, Recuerdo aquel cuchillo con el que me mataste. Fue certero, tanto que sigue horadando mi carne podrida, mi cabeza más podrida todavía. Podrido estuvo todo desde la mentira original. Sólo tenías imaginación para mentir, para fabricar felicidad y amor de cartón. Mojado, como estas lágrimas que llueven sobre mí, sobre las sábanas, el desayuno y el teclado. Vivo mojada, al amparo de un paraguas sin tela, que lleva tu nombre, y me da pulmonía. Pulmonía del corazón, que lo tengo perdido, allá en aquella botella que la marea nos trajo, en aquella playa, con la arena cuajadita de dolor. Ahora sé que eres malo. Tan simple como una frase infantil. Eres malo. Tan frágil como una niña de pecho que llora por la pérdida del seno materno, hambrienta sin la leche que mamó, y sin poder morder todavía la fruta que está por ser dulce. Maldito el amor. Malditos los que nombran al amor. Malditos los que usan al amor y le dan forma. Malditos los que matan por él, Malditos los que su amor son ellos, y entierran cadáveres enamorados cuando son lastre de su propia invención. 

Ya nadie está a salvo de nada. Ni de uno mismo. Soy mi peor enemiga, te fuiste a muerte, y soy yo la que se muere detrás la tapia, con la bala en el ombligo y la pistola en la sien. Cada día aprieto un poco, y tú, seguirás merendando cuando escuches a lo lejos el disparo. Por fin. Se acabó. Ya del todo. Maldita loca. Y aún así, era la cuerda. Por éso me ataste. 

sábado, 12 de marzo de 2016

Escribir, escribir, escribir...


... como si nos fuese la vida en ello. Y se va. 
Y no vuelve. 

Escribo por no gritar, por no llorar, por  evitar el cáncer. Ese tumor maligno que se hace nido en el alma cuando se enquistan los silencios. Escribir es como decir, pero llega a todas aquellas partes donde no lo hace la voz, sobre todo si hablas bajito. Como quien no habla, como quien no vive, como quien no camina si no es de puntillas. 

Se rompe el amor y se quiebran los años, y queda vida sin embargo, en algún lugar todavía sin romper. Ése es el sitio. Ahí es donde sentarse y escribir. Escribir con furia, con saña, con ese mismo amor  despedazado antes de que nos despedace la vida. Si no es demasiado tarde. Porque siempre será demasiado pronto. Sobran excusas, y para ellas también hay letras. Todas las letras del mundo para escribir. Nada es peor que morirse, salvo no tener nada que decir, que escribir, que vivir.